“Nuestra vida, en efecto mientras dura esta peregrinación, no puede
verse libre de tentaciones: pues nuestro progreso se realiza por medio de la
tentación y nadie puede conocerse a sí mismo si no es tentado, ni puede ser
coronado sino ha vencido, ni puede vencer si no ha luchado, ni puede luchar si
carece del enemigo y de tentaciones” (San Agustín) tomado del Gran Ilusionista (pag,
18).
Dios nos creó por amor, a su imagen y semejanza, nos creó libres... Para
elegir nuestro camino y descubrir en nosotros el seguir o retomar al amor
verdadero, Cristo. Purificarnos, es un proceso de preparación para llegar a Él
y verle de nuevo…
Estamos en la búsqueda continua
de la verdad… Nos hacemos preguntas, muchas de ellas sin repuesta o dando
alguna respuesta inadecuada que nos lleva, quizás, a abrir “una puerta”
equivocada que solo nos conduce a un proceso de oscuridad…
Solo un ser como Cristo, podría reparar al hombre a través del Él y así llevarlo a Dios.
La verdadera liberación, lo más grande es la confesión. Nos libera de la
peor esclavitud: el pecado. Pero no solo libera, sana, bendice el esfuerzo de
un día y otro, incentiva la lucha diaria para alcanzar la perfección, nos hace
conscientes de la debilidad y de la tentación.
La misa diaria es el mismo sacrificio de Cristo, si entendiéramos el
valor de la misa, no nos distraeríamos y veríamos la gracia santificadora, el
gran amor y misericordia de Cristo. Tomado: padre Javier López L.C, 2015.
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