11 junio 2016

Prioridad del amor sobre la ley.

BY enformacondios IN No comments


El hombre viejo es el hombre de la ley, el hombre nuevo u hombre pascual es el hombre del amor. 
En aquel tiempo un fariseo le rogó a Jesús que comiera con l, y, entrando Jesús en la casa del fariseo, se puso a la mesa. Haba en la ciudad una mujer pecadora pública, quien al saber que estaba comiendo en casa del fariseo, llevó un frasco de alabastro de perfume, y poniéndose detrás, a los pies de él, comenzó a llorar, y con sus lágrimas le mojaba los pies y con los cabellos de su cabeza se los secaba; besaba sus pies y los ungía con el perfume. Al verlo el fariseo que le haba invitado, se decía para sí: Si éste fuera profeta, sabría quién y qu clase de mujer es la que le está tocando, pues es una pecadora. Jesús le respondió: Simón, tengo algo que decirte. l dijo: Di, maestro. Un acreedor tena dos deudores: uno deba quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían para pagarle, perdonó a los dos. Quién de ellos le amar más? Respondió Simón: Supongo que aquel a quien perdonó más. l le dijo: Has juzgado bien, y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: Ves a esta mujer? Entró en tu casa y no me diste agua para los pies. Ella, en cambio, ha mojado mis pies con lágrimas, y los ha secado con sus cabellos. No me diste el beso. Ella, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. No ungiste mi cabeza con aceite. Ella ha ungido mis pies con perfume. Por eso te digo que quedan perdonados sus muchos pecados, porque ha mostrado mucho amor. A quien poco se le perdona, poco amor muestra. Y le dijo a ella: Tus pecados quedan perdonados. Los comensales empezaron a decirse para s: Quién es éste que hasta perdona los pecados? Pero él dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado. Vete en paz. Juana, mujer de Cusa, un administrador de Herodes, Susana y otras muchas que les servían con sus bienes.

Reflexin
1. Los textos bblicos de hoy exigen una decisin de nosotros, porque nos muestran dos alternativas: la actitud o mentalidad del hombre viejo y del hombre nuevo.

El hombre viejo es el hombre de la ley lo encontramos en el fariseo del evangelio.
El hombre nuevo u hombre pascual es el hombre del amor se nos presenta en la pecadora del Evangelio.

2. El hombre viejo es el hombre de la ley.
A partir de la ley de Moiss, los fariseos han inventado un catlogo de prcticas y prohibiciones. Es tan ingenioso que basta con respetarlo para estar en regla con Dios.
No interesa ya que el corazn est endurecido, ni la fe apagada. Lo nico importante son los gestos y ritos. As la fidelidad a la letra hace olvidar el espritu de la ley.

En consecuencia, la actitud del fariseo es la de soberbia, de autocomplacencia y de desprecio hacia los dems. l no necesita a Dios, ni su misericordia ni su justificacin. Porque l se cree limpio de todo pecado y se da como justificado por el mrito de sus buenas obras propias. Y as queda ante Dios como pecador que no es perdonado.

3. Pero, qu tiene que ver todo esto con nosotros?
Me parece que quiere llamar nuestra atencin sobre un peligro inherente de la vida cristiana: el formalismo, el legalismo, la rutina religiosa.

Es el peligro de toda religin: realizar fiestas y ritos, pero sin cambiar en nada la vida de cada da, sin cambiar en nada la actitud frente a Dios y a los dems.

As es como el cristianismo muere. El mayor en enemigo de la Iglesia no es el odio, ni la persecucin. Al contrario, estas adversidades son un estmulo y una ocasin para renovarnos. Tampoco lo es el pecado, porque todo pecado puede convertirse en una falta bendita, gracias al arrepentimiento y el perdn.

El mayor enemigo del cristianismo es la rutina. Ella se insina sin que nos demos cuenta. Es ella la que reseca el corazn y corrompe los mejores anhelos. La rutina nos hace rezar sin respeto, nos hace asistir a misa sin gozo, sin accin de gracias y sin provecho. Nos hace venir a la Iglesia con el corazn cerrado y nos obliga a marcharnos tal como hemos llegado.

4. Sin embargo, creemos que estamos asegurando nuestra salvacin yendo a misa todos los domingos. Pero de nada nos servir el haber asistido a misa, si al salir no ha cambiado nada en nuestro corazn, en nuestra conducta, en nuestras costumbres.

Para qu comulgar con el Cuerpo de Cristo y encontrarse en l con todos sus miembros, nuestros hermanos, si al salir quedamos guardando rencor contra uno de ellos, si no nos amamos un poco ms que antes, si no nos sentimos ms cerca unos de otros?

5. El hombre nuevo es el hombre del amor. Lo encontramos en la pecadora del Evangelio. Ella se sabe pecadora y se reconoce como tal ente Jess. Y por su gran amor el Seor le perdona: Por eso te digo, sus muchos pecados estn perdonados, porque tiene mucho amor.

Vivir el amor, no cumplir la ley, es la caracterstica del hombre nuevo. La ley es la frontera: el amor es el horizonte de la vida cristiana.

San Agustn lo expresa en forma concisa: Ama y haz lo que quieras! Pues, el que ama, slo puede querer el bien. El amor le basta. El amor le es todo.

6. Pero, sabemos nosotros realmente amar? Muchas veces creemos amar, y nos hacemos ms que amarnos a nosotros mismos. En qu consiste, entonces, el autntico amor?

Amor, en su esencia, es entregarse al otro y a los otros. Amor, en primer lugar, no es sentir, no es un paso instintivo, sino la decisin de nuestra voluntad de ir hacia los dems y entregarnos a ellos.

El amor es un camino con direccin nica: parte siempre de m para ir a los dems. Cada vez que tomo en posesin algo o a alguien para m, dejo de amar, pues dejo de dar. Camino a contramano

Ms ama, quien ms se da. Si queremos amar sin lmites, hemos de estar dispuestos a dar nuestra vida, a favor del otro y de los otros. Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos, nos dice Jess en sus despedidas (Jn 15, 13)

7. Queridos hermanos, si queremos ser perdonados, ahora y al final de nuestra vida, tenemos que amar. Pidamos por eso, a Jesucristo, que encienda en nuestro corazn este fuego del amor que hace autntico y grande nuestra existencia igual que la suya.

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